¿Es cierto que hay gente más de los perros y gente más de los gatos? ¿Tendrá que ver con alguna característica de las personas esa elección?
Atribuimos características antropomorfas a nuestras mascotas (a veces hacemos lo mismo con el celular, la impresora o la computadora que "no quieren" respondernos), quiero decir que atribuimos características nuestras (que tenemos o que deseamos tener) a los animales que nos acompañan dentro de la casa. Existen diferentes ideologías que podemos identificar detrás de las atribuciones que hacemos a cada tipo de animal, y recorriendo un poco la historia que llevan junto a nosotros (el perro fue domesticado hace unos 40.000 años y el gato entre 5.000 y 10.000 años atrás, si es que podemos considerarlo domesticado...) se puede ver sus presencias en los hogares con funciones y tareas diferentes, y en la literatura, así como también en la vida de conocidos personajes y artistas.
Podemos pasar por el famoso Perro del Hortelano (el que en la fábula de Esopo cuida el huerto del que no come, pero evita que los otros animales lo hagan) que nos presenta Lope de Vega en su comedia, dónde una mujer noble no puede amar a su plebeyo secretario, pero tampoco lo deja amar o ser amado por nadie más. Es decir que atribuimos al canino una fidelidad total al humano, una incondicionalidad como la de Argos el perro de Ulises, el can es quién verifica la identidad del rey que retorna a Ítaca luego de 20 años de Odisea (lo que nos lleva a pensar en la longevidad de algunas especies de cánidos domesticados y en particular la de Argos) conformando una de las anagnórisis más emocionantes y reconocidas de la literatura universal, luego de reconocerlo y apenas moverse, Argos muere para reforzar la metáfora que ubica a los descendientes de los lobos entre las más fieles mascotas.
Anagnórisis: 1. f. Ret. Reencuentro y reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y las circunstancias han separado. 2. f. Reconocimiento de la identidad de un personaje por otro u otros. Definición de la RAE (si, tuve que buscarla en el diccionario)
A los gatos, más cercanos a la vida salvaje, les atribuimos cualidades muy humanas como al Gato con Botas que parecería ser el inventor de la postverdad, o la lógica y las paradojas que le deja a Alicia en su viaje el Gato de Cheshire, o incluso la mala suerte que da un gato negro que se cruza en tu camino. Son los gatos quienes deben ser rescatados por bomberos de los árboles de los que no pueden bajarse, también los gatos blancos y de pelo largo son las macotas favoritas de los villanos de películas de espías, y en un ejemplo de física subatómica hay un gato que está vivo y muerto a la vez.
Así, desde la cultura popular, y los dichos y frases que repetimos en automático o los mismos refranes y las fábulas que los incluyen, les atribuimos características humanas y de alguna manera buscamos reflejarnos al elegir nuestro tipo de mascota dilecta.
Incluso hay comics como Garfield y Snoopy, películas, documentales, momias egipcias rescatadas de tumbas milenarias, canciones y libros dedicados al culto a estas dos mascotas omnipresentes en los hogares humanos. Cada quién tiene la opción de elegir su preferido y atrincherarse para desde ahí criticar al contrario, polarizando aún más las tensiones entre los que piensan diferente.
Así, pareciera que la mascota elegida sirve como estandarte que identifica nuestra ideología, como identificador indiscutible del modo de mirar el mundo, el modo de querer, de cuidar y de relacionarnos que tienen sus dueños.
Como toda grieta no es insalvable, de una u otra nos relacionamos con el amor como lo atribuimos a nuestras mascotas, por ejemplo: incondicional, fiel, inconmensurable, cuidadoso, vigilante, dedicado y único como el de los perros; libre, independiente, curioso, salvaje, sereno, paciente y relajado como el de los gatos.
En cualquier lado que estemos es necesario incorporar algo del opuesto, por eso la aceptación y la tolerancia son indispensables en el proceso de dar y recibir el afecto de las mascotas a las que atribuimos características nuestras y a las personas con las que nos relacionamos de manera afectuosa y sentimental. Construyendo sin peleas violentas que buscan cambiar o destruir al otro, y discusiones que escalen en agresiones, que dañan y lastiman... dejando así de ser una relación de amor o afecto.
A lo largo de la vida podremos ir teniendo un u otra forma de relacionarnos con los demás, haciendo uso de la metáfora que describo, más felina o más perruna, hasta lograr adoptar las características más completas, integradas y adecuadas de ambas formas de querer, invirtiendo la formula popular para querernos como perros y gatos.