No es cierto que los esquimales tengan más de 50 palabras diferentes para referirse a la nieve
Una muy difundida metáfora que resurge periódicamente como ejemplo para otras explicaciones del uso del lenguaje.
En 1911 el antropólogo Franz Boas (alemán y padre de la antropología de USA, el del relativismo cultural) dijo que aput era la nieve posada en el suelo, qana la nieve cayendo, piqsirpoq la nieve acumulada, y qimuqsuq un montón de nieve.
Benjamin Lee Whorf, unos años más tarde, proponía una relación entre el lenguaje, la cultura y la cognición. Su idea era que la estructura de los lenguajes modela el modo en que quienes lo hablan perciben y conceptualizan el mundo.
Su propuesta sobre la nieve, que es el tema que nos trae a él es que "los angloparlantes (si, él hablaba en ingles, pero aplica bastante bien al español también) tenemos la misma palabra para la nieve que cae, la nieve en el suelo, la nieve compacta como el hielo, la nieve fangosa, la nieve impulsada por el viento, cualquiera que sea la situación". Mientras que, decía, para un esquimal, una palabra que abarque todos esos estados de la nieve sería casi impensable...
Un "Funes el memorioso" versión Inuit que no acepta llamar a la nieve por el mismo nombre cuando no es la misma nieve la que cae, la que ya cayó o la que se acumuló...
No mencioné hasta ahora, algo que amerita una nota al pie (aquí no se puede poner así, pero hagamos de cuenta que eso es) y es que Benjamin Lee Whorf era Ingeniero Químico y trabajaba en la prevención de incendios para una aseguradora, y también se convirtió en lingüista aficionado, y por su trabajo fue becado para estudiar en México el lenguaje Nahuatl. Escribió varios artículos que resultaron muy influyentes en su campo de conocimiento en la década de 1930.
Luego en diferentes publicaciones se fueron atribuyendo un número creciente de vocablos en lenguaje esquimal a la nieve, alcanzando un increíble techo de 200 para 1984 en una alocución de un pronosticador del clima televisivo de Cleveland.
Laura Martín, en un articulo más reciente, analiza el problema de asignar al lenguaje esquimal tal cantidad de palabras para referirse a la nieve, rescatando que Boas (el iniciador de ésta gran confusión) hace poca distinción entre "raíces", "palabras" y "términos independientes". Dice la autora que el antropólogo no tenia intención de mostrar más que "la incompatibilidad de las estructuras del lenguaje, sin examinar sus implicaciones culturales o cognitivas".
Así que si bien existen deferentes palabras para referirse a la nieve en idioma esquimal, no hay 50 sustantivos diferentes, sino más bien un número indefinido de palabras que tienen en su construcción múltiples sufijos, en una morfología extremadamente sintética. Es poco probable que se repitan idénticas muchas palabras, dada la combinación particular de la raíz "nieve" según el hablante y la situación.
Es de decir que el ejemplo de Boas, y su ampliación por parte de Whorf, se fueron convirtiendo en una repetición permanente de una declaración sin evidencias ni trabajo de campo suficiente para poder dar soporte empírico adecuado.
Una explicación de la facilidad con que se ha diseminado el mito es que sin duda, el exotismo de los pueblos árticos, que se encuentran entre las poblaciones etnográficas más reconocibles del planeta, sigue haciendo de éste un grupo poco comprendido sobre el cual otras generalizaciones fáciles son rutinarias:
comen solo carne cruda,
ofrecen a sus esposas como obsequios a las visitas,
frotan narices en lugar de besar,
envían a sus ancianos en témpanos de hielo para morir devorados por los osos cuando ya no tiene una utilidad para la subsistencia de la familia en el iglú.
Los seres humanos estamos dispuestos a creer casi cualquier cosa sobre un grupo que nos resulta tan extraño y peculiar.
Así la idea de que los esquimales (como si pudieran agruparse a todas las diferentes poblaciones en la zona del Ártico en un único pueblo o nación y unificar sus lenguajes) tienen 50 palabras diferentes para nieve es uno de los mitos académicos más difundidos y por lo tanto más difícil de cambiar de los últimos 100 años...
Más información de la publicación de Laura Martín en un paper de 1986 aquí